domingo, 17 de marzo de 2024

MICRO ABIERTO Poesia, dramatización y música en vivo

 


Gracias a la librería Ciudad Librera por la invitación a participar en esta edición de Micro Abierto y compartir la noche con otros poetas y músicos.
Pueblo Libre, viernes 15/03/2024.

jueves, 18 de enero de 2024

RECITAL DE POESÍA


Gracias al poeta Alfredo Orihuela y el Círculo de Poetas Dimensión Poética participé en el recital de poesía que organizaron en Casa Tomada. 
Sábado 20 de enero del 2024, 7p.m.


Participaron l@s poetas Liz Lua, Noraya Ccoyure, Eli Ludeña, Luccia Gazlak, Alessia Darcourt, Johnatan Ramírez, Lev Alberto Vidal y Fred Sagastume.



viernes, 5 de enero de 2024

¿El 2023 fue bueno para ti?

O te la hacen o uno siempre se auto pregunta al final de cada año o al comienzo del siguiente. Para extender la conversa, para comparase con el otro o consigo mismo o por la razón que fuere.

Para mí, como lector, fue bueno. Por segundo año consecutivo, alcancé a leer 7 libros, no uno cada 2 meses necesariamente, porque algunos los devoré en pocas semanas o días -como Un buen taxista es difícil de encontrar (Aarón Alva) y Trem-bala (Martha Medeiros)- y porque otros llevaron más tiempo por diferentes razones, sea porque se interpuso mucha carga de trabajo o periodos en que preferí ver series o películas o, seamos sinceros, una mayúscula desidia.

Lo concreto es que completé la lista con Aromas (Philippe Claudel), Delirio (Laura Restrepo) -éste me voló la cabeza, tanto por la historia como por la técnica de narración-, Martes con mi viejo profesor (Mitch Albom), Maridos (Ángeles Mastretta) -una de mis autoras favoritas- y El velo del miedo (Samia Shariff), que me cautivó más por la descripción de las abominables violaciones de derechos que sufren las mujeres bajo el integrismo musulmán que por la historia en sí.

Entre uno y otro también leí artículos sobre mi trabajo como profesor, blogs y escritos de amigos, un comic de La metamorfosis, algunos chistecillos y las ineludibles y nefastas noticias del acontecer diario, como diría el rey de los huachafos. En la primera mitad del año, fui invitado a ser juez en un concurso. Leer cuarenta y cuatro cuentos no fue una tarea, sino una distracción, un placer, una huida obligada de este mundo. Y un gran aprendizaje. Deberían invitarme todos los años.

Por tener más de 800 páginas, aún sigo leyendo desde el año pasado un libro delicioso de ensayos y crónicas de Mariana Enríquez -otra autora que idolatro-, El otro lado. También quedó pendiente el clásico Madame Bovary, del que leí unas ochenta y tantas páginas y lo dejé no sé por qué, porque me gustaba la novela. Fue un artículo en internet sobre el bovarismo y su relación con las actuales redes sociales lo que me llevó a comprarlo y comenzar a leerlo. Ahora que lo pienso mientras escribo, una posible explicación podría ser que me atacó una insatisfacción talvez climática -el frio y la humedad de Lima- o psicológica -los astros míos no estaban bien alineaos, chico- o conyugal, como le sucedió a la propia Emma.

Creo que no olvido ninguno. Pasemos a la música.

Fue bueno, también. Pudo ser mejor, pero tenía otros horarios laborales que respetar. Aun así, fue mejor que el 2022 porque se reanudó la actividad con uno de mis grupos, que llevaba una sequía prolongada, y porque se concretó un proyecto que nos llevó, con otro grupo, a tener tocadas mensuales que se prolongarán por los próximos dos años.

Tocar batería es una de mis pasiones y actividades favoritas. Nada se compara a darle duro a unos tambores y que la gente se divierta. Nada se compara a la complicidad entre músicos que se revela en cada canción. Nada se compara a lavar la camisa sudada al día siguiente del show. Además, tiene la particularidad de hacerme bien al espíritu, al ego, a la salud y un poco al bolsillo.

¿Y la escritura?

Debió ser mejor. Escribí poco, dos textos en mi blog, dos en LinkedIn y también un par de capítulos de la segunda novela que comencé A.P., antes de la pandemia. Lo bueno fue que me senté y escribí, saliera lo que saliera, sin rascarme la cabeza ni perder tiempo, editando después, como debe hacerse. Tal como estoy escribiendo éste.

Finalmente, como profesor, una de mis mayores satisfacciones del 23 fue volver a dictar el taller de escritores y descubrir -o mejor dicho, constatar- entre mis alumnos y no alumnos, cuanta calidad literaria hay entre nosotros. Y siempre será una alegría y un privilegio poder contribuir al crecimiento personal y profesional de mis alumnos, viendo cada semestre cómo perfilan su vida y sus sueños.

Gracias por el 2023.

¡Quiero un 2024 mejor, mucho mejor!

¡Sea!

(c) LevAlbertoVidal/enero2024

 Originalmente publicado en https://www.linkedin.com/pulse/el-2023-fue-bueno-para-ti-lev-alberto-vidal-tkg3e

sábado, 25 de noviembre de 2023

ENTREVISTA EN LA FERIA VIRTUAL DEL LIBRO PERÚ


Los invito a ver la entrevista que me hace Leni Zilioto desde Mato Grosso, Brasil, sobre mi relación con Brasil, mi trabajo como profesor y mi novela Las Miradas. Conversamos en portugués, mas tenho certeza que vão entender...

Ver video 

miércoles, 22 de noviembre de 2023

¡FELIZ DÍA DEL MÚSICO Y DE LA MÚSICA!

      

1991
2023


Cada 22 de noviembre se celebra el Día Internacional del Músico.

Se atribuye la conmemoración de esta fecha a Santa Cecilia, una romana inmortalizada en cuadros tocando laúd, órgano o arpa, canonizada gracias a su "irresistible atracción por los acordes musicales" y considerada desde entonces patrona de los músicos y poeta.

No pretendo historiar sobre su vida. Como músico que soy, sólo quiero aprovechar la ocasión para homenajear y abrazar a todos los músicos de la vida y, en particular, a los de mi vida, quienes me dieron y continúan dando el placer de su compañía en un escenario, el gozo de su amistad y la luz de sus enseñanzas.

Mi homenaje a los MÚSICOS que trabajan las madrugadas y vuelven a casa con el pan y los tamales, a los que van hasta la punta del cerro para ganarse su “bolo”, a los que cantan en las esquinas pese a la tos o el serenazgo, a los que alegraron nuestra vida y penas desde sus balcones o “mangueando” sufridos en las calles durante la pandemia, a los que se queman las pestañas, ojos y cejas componiendo para otros, a los que pasan años solfeándoles notas a sus alumnos.

A los ingenieros, médicos o abogados que en el fondo no tan fondo son músicos y vuelven corriendo a casa para practicar su instrumento, a los que gracias a su arte son el alma de los cumpleaños, a los que citan frases de letras de canciones en cada conversación y, cómo no, al músico que todos llevamos dentro, que desenfunda la guitarra mientras se baña, tararea con los headphones en las orejas mientras viaja en el transporte público, silba en la cola del banco o, como yo, toca unos tambores invisibles mientras maneja su auto.

¡Abrazos para ustedes!

En una escena de la película Pasante de moda, Robert de Niro, en su personaje de Ben Whittaker, cuenta que una vez leyó que “los músicos no se jubilan; dejan de tocar cuando dejan de tener música en el alma”.

¡FELIZ DÍA DEL MÚSICO Y DE LA MÚSICA

En Argentina también se celebra el Día Nacional del Músico cada 23 de enero, fecha de nacimiento del único, Luis Alberto Spinetta.

©LevAlbertoVidal/nov2023

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Miércoles de poesía

 


Otra edición de los Miércoles de Poesía organizado por el coletivo Días Circulares, esta vez en el Bar Delfus, que conozco muy bien. Participé leyendo mi poema "Me gustas así" escrito en el 2015 y que cada día me gusta más.




domingo, 30 de julio de 2023

MAÑANA...

Tu sonrisa de hoy es la razón por la que volveré mañana, le dije algunos minutos después de entrar por primera vez al pequeño restaurante dentro del mercado donde trabaja, cansado de la misma sazón desabrida de los contiguos menús económicos y luego de pensar varias veces si sería prudente decírselo pues de repente su marido es el dueño o el cocinero o su papá o su tío malo, si iría corriendo a contarle al marido que el cabeza blanca la había piropeado delante del otro cliente que compartía la misma mesa cuatro que el cabeza blanca, y que este otro cliente o comensal, no sé con qué frecuencia viene a comer, había soltado un mmff medio divertido y cómplice seguramente por el atrevimiento del cabeza blanca, o mejor dicho, por su poca o nula vergüenza o impudicia de soltarle así nomás un piropo a una mujer, más aún por ser ella quien es en el restaurante y por estar en una situación y lugar inopinados, pero se lo solté de una buena vez y de una sola porque sí, porque ella ya la había ofrecido en otras mesas, a la sonrisa me refiero, y yo la había advertido y la venía siguiendo con estos ojos por entre las mesas y clientes que esquivaba al caminar y porque por qué me habría de quedar con las ganas de decírselo, con ese nudo amarrado al pescuezo, ya pues, y si el marido se aparecía a pedirme cuentas le ofrecía disculpas, total no sabía que es casada, que cómo iba a saber que es tu mujer, ya está hombre, no le falté el respeto ni a ti tampoco, por el contrario halagué algo bonito de su persona y bueno si te incomoda todavía y para dejar las cosas de este tamaño me disculpo otra vez o tranquilo me voy a almorzar a otro lado y sanseacabó; pero ella se sonrojó hasta hacerce beterraga, se quedó de una pieza de pie frente a mí como cuando te pillan haciendo algo pecaminoso, yo sentado con una sensación un tantito inquieta por la satisfacción de habérselo dicho y otra sensación gustosa como de un placer escondido que me iba brotando en la cara y en el cuerpo y que empezaba a notarse según me iba subiendo la temperatura y me arremangaba la camisa y se me dibujaba ese placer entre una y otra oreja; y entonces le empezó a temblar el edificio de platos que acababa de recoger de la mesa vecina y había venido a la mía a traerme el cuchillo que olvidó poner al momento de tomarme la orden y se le olvidó para qué había venido a mi mesa porque se quedó muda como quien piensa para qué vine o qué vine a hacer yo aquí, hasta que se quebró algo en el ambiente, unos gritos de una muchedumbre levantada en protesta que salían de un noticiero por tevé, y ella como que volvió a la vida, creo que respiró de nuevo, sí, y vino un suspiro doble, de ella y del que comía a mi lado en la mesa, casi al unísono, y ese céfiro aligeró la carga del momento, disipó la escena congelada, provocó una risa sucinta y nerviosa en ella y le relajó el brazo tenso que sostenía la vajilla en la que otras personas habían apurado apurados su almuerzo para regresar al trabajo y laxó también su rostro chaposo pues como que ya empezaba a circular el aire nuevamente por la tráquea, cosa que yo y el cliente o comensal a mi lado pudimos notar clarito porque fue como un hipo callado que le saltó por el delantal sobre el pecho y sonrió primero con la levedad de la prudencia y segundo con el goce de la vanidad porque la sonrisa que me dedicó, que se hacía más genuina y desinhibida en tanto se enfriaba mi almuerzo, descubrió toda su ternura facial y desnudó su intimidad halagada; gracias señor le contestó al cabeza blanca con su vocecilla de ardilla amarilla del Parque Castilla, con sus labios amorenados y arrugados, el inferior más abembado que el superior, pero certeros ambos de su poder de incitación, que escudan una tropa de dientes de choclo en lata, y con sus ojos de sierra matutina plenos de ensoñación; así de pie frente a mí y por un tiempo mínimo talvez un segundo o tres o no sé cuánto posó su mirada en la mía, límpida y vehemente como un faro que me alumbraba con fuerza intestina y aunque incapaz en ese momento de afectar mi agudeza visual determinó durante el día una propensión a la alteración de mi ritmo cardiaco, asaz frecuente en la juventud; entonces ella se volvió y ya estaba enrumbando sus pasos cuando un ligero desequilibrio de su brazo que debió ser de su alma y se le reprodujo en el brazo ocasionó un balanceo en la ruma de loza y una súbita exclamación entrecortada que felizmente no trajo consecuencias funestas para la logística del restaurante y para su propio desempeño y dignidad y una vez salvado el percance siguió rauda su camino hasta desaparecer tras el vaivén de la puerta de ingreso a la cocina. 
Nadie vino a inquirirme. 

Mañana…

(c)LevAlbertoVidal/Ene2023


viernes, 9 de junio de 2023

TERTULIA DE POETAS EN SU SALSA


Tertulia de poetas en su salsa.

Auditorio del Centro Cultural de la Municipalidad de Jesús María, 7 p.m.

Gracias a Roberto Rios del Águila por la invitación a leer.






lunes, 14 de noviembre de 2022

EL CHARLIE WATTS CALETA



No me causó pena la noticia del fallecimiento de Charlie Watts, como sí me sucedió con otros músicos o artistas. Talvez porque no lo admiraba, porque no me gustaba su toque. 

Estos días he leído sobre él. Una noticia jaló otra. En 2016, Watts fue el número doce en la lista de la revista Rolling Stone de los 100 mejores bateristas de todos los tiempos. Suficiente. Perdí el interés por saber quiénes más formaban parte. Nunca le interesó el showbusiness, ni vio MTV, ni publicó un tutorial en Youtube; no tenía un baterión, no hacia solos. Para mi gusto, era un batero duro, que redoblaba demasiado y con figuras sincopadas que no cuadran en el rock’n’roll; sin embargo,  rescato algunos arreglos percusivos, como el final en “Paint it black” -un símil con el “Bolero” de Ravel- y el swingsazo en “Slave”, lleno de punche, tocado con hartas ganas, bien rockero. Casi no sonreía; a veces tenía la mirada media perdida mientras tocaba, pero reconozco que ese perfil bajo me gusta. Se parece a mí. Sin poses, sólo tocamos la batería. 

Nunca fue ostentoso; sin embargo, vestía elegante fuera del escenario y dentro de él destacaba por no tener el mismo look que los otros stones. Parecía poco carismático, pero creo que era, sencillamente, parco, incluso con la prensa. Y supo dominar al monstruo de la fama, al que la gran mayoría sucumbe de inmediato. 

Nunca vi, en su momento, las fotos que se tomó con Elton John, Ringo Star o Neil Peart, entre otras estrellas, ahora republicadas. Fue a partir de su muerte que comencé a conocer a este abuelo de única nieta y descubrir su mundo desconocido para mí: su pasión por el jazz y los conciertos en los que él sí era la estrella, el entrevistado, el querido, reconocido y más aplaudido, el seguido por las cámaras, el hombre de los close ups, ajeno a cualquier pose, el relajado en la batería, el sonriente Charlie que disfrutaba como chancho acompañar un walking y hacer contacto visual muy filin con los músicos de su quinteto jazzero. Diametralmente diferente de lo que acostumbraba mostrar con los Rolling. 

Me gustó saber que en la madrugada posterior a un concierto le metió un puñete a un Jagger bebido porque lo llamó “su baterista”, algo muy frecuente entre los cantantes estrella o algún endiosado primera guitarra. Me sentí vengado. Y que refiriéndose al trasero del mismo Jagger visto desde su banco en la batería, dijera sonriendo que “es una de las mejores vistas del país”. Tenía su genio el hombre. 

Su muerte visibilizó al músico caleta, su rostro feliz, el orgullo por su trabajo. Me causó pena descubrir tarde a un artista entregado a su pasión, a un hombre sencillo, volcado a su familia, respetuoso y reposado y que ejecuta la batería jazzera con simpleza, gusto y corazón. "Charlie Watts me da la libertad de volar en el escenario", comentó Keith Richards alguna vez. Es el mejor cumplido para un baterista.

(c) LevAlbertoVidal/set2021

P.D. Este ensayo lo escribí al mes del fallecimiento de Charlie Watts (agosto del 2021), durante un taller de escritura.

viernes, 14 de octubre de 2022

PUBLICACIÓN DE "LAS MIRADAS"

 

                                                                      foto: Rose Falcão

Les comparto, con alegría infinita, la publicación de mi novela “Las Miradas”. 

El camino para escribirla fue largo y tuve que asumir varios costos, pero rico para crear a los personajes, desafiante para retratar sentimientos y situaciones, y generoso para aprender mucho de mí mismo. 

Esta es mi hija, que sacó lo mejor de mí durante casi cuatro años. Ahora toca verla crecer.

De venta en librerías: 

- Communitas (Av. 2 de mayo 1690, San Isidro)

- Escena Libre (Av. Camino Real 1075, San Isidro)

- El Virrey (Bolognesi 510, Miraflores)

Compras on line: Las miradas – Grupo Editorial Caja Negra

(C)LevAlbertoVidal/oct2022

viernes, 11 de junio de 2021

PROCESIÓN

Hola amor, ¿qué tal tu clase?

Pucha, una maravilla, como siempre. Ese profe es lo máximo. ¿Y tú?

Bien, esperándote… te preparé lo qu…

De repente, frunció el ceño, arrugó la nariz, pensó por dos segundos y…

¡Hueles a procesión!

Se acercó más a mí, puso su nariz sobre mi hombro, me olfateó las costuras, los botones y el cuello de la camisa, revisó el bolsillo, subió hasta mi cuello que despreció impunemente, cosa extrañísima en ella, alejó presurosa la nariz y fijó sus ojos en los míos, preguntándome con aire de desconfianza, manos en la cintura y seguramente maldiciéndome en sus adentros:

¿Dónde has estado?

Los ojos se me fueron hacia atrás. Con un movimiento robótico, levanté el brazo derecho hacia ella, mostrándole la muñeca.

Huele, dije.

Dudó, pero lo hizo.

¡Dios!, ¿qué es esto?

La respuesta a tu pregunta.

¡No respondiste dónde has estado!

Y ladeó la cara y aleteó los brazos en ángulo, como gallina que se espanta.

Le conté que en el taller de escritura habíamos utilizado olores como estímulo para escribir.

¡Noooo…, qué lindo ejercicio!, dijo, enseñándome por millonésima vez ese trabajo de orfebrería fina que dentista alguno ha hecho jamás en dientes humanos. Vamos a la mesa y me sigues contando.

Desde que llegué a casa, había dejado de pasarme la mano por las fosas nasales intentando en vano quitarme ese maldito olor. Maldito, digo, porque ni la fricción con la mano, ni agua con jabón, ni alcohol, ni el par de cigarros que fumé lograron ayudarme en mi propósito. Primero fue como un pachuli, luego olía a uniforme de mecánico, a escape de gas, a orines en la calle y cuando llegué a casa, a procesión.

Fui al baño para intentar una vez más acabar con la tortura. Me metí infructuosamente el índice en ambas fosas nasales, girándolo como si quisiera entornillarlas a la pared y sólo logré arañármelas y arrancarme unos pelos. Me consolé lavándome las manos y oliendo el aroma a rosas del jabón.

Entré a la cocina. El olor de la comida me jaló de la nariz hacia la mesa. Ella volteó hacia mí llevando en las manos un enorme plato de tallarines verdes con bistec, humeante, tan incitante como sedicioso, que devoré de una sola inhalación.

Antes del postre, mi mujer hizo el ademán de pararse, me cogió el rostro con ambas manos y se aproximó a mí. Olió. Sonrió y me echó una de sus miradas, esa de adolescente escribiendo en su diario cosas sobre nosotros, y mirándome, me estampó el beso más tierno en la punta de la nariz.

¿Todo bien, amor?

Todo…. sí.

©Lev Alberto Vidal/28oct2015

viernes, 29 de mayo de 2020

MEU PRIMEIRO BEIJO DE AMOR (NãO NOSSO, MEU)



Levantei da carteira. Fui atrás dela, que tinha ido jogar algo na lixeira. A professora nos olhou pelo canto do olho. Lu virou a cabeça para mim ao sentir minha presença. Ficou surpresa por eu ter andado atrás dela sem qualquer motivo. Franziu a testa, abriu os olhos. Voltou. Eu também. Virou de novo, mais estranhada ainda, mais que a professora, mais que todos os colegas juntos que acompanhavam a cena. Sentou. Eu ia sentar, mas parei. Não sei pra que. De repente, inclinei o corpo, me aproximei dela e a beijei na bochecha. Todo mundo ficou pasmo, principalmente eu. Lu virou a cabeça. Pude ver seus lábios entreabertos, os dentinhos de coelho, a carinha feito ponto de interrogação. Tensão na sala. Todo mundo aguardando os acontecimentos. Vai bater, vai bater, ouvi de mansinho por ali. Me senti tão ameaçado nesse momento, mas a carinha linda dela foi mudando. Aos poucos, o movimento dos lábios dela foi engordando-lhe as bochechas e seus olhos começaram a ficar mais puxadinhos. Feito planta que pega chuva após a seca, fui retornando à minha posição vertical e a sala foi se iluminando conforme o rosto dela ia sorrindo. Aí, todos os colegas começaram a gritar eeeeee... Houve até quem batesse umas poucas palmas. A professora, longe de reclamar meu comportamento, os olhos cheios de meiguice, olhava a cena de lado. Como eu era ousado aos oito anos...

©LevAlbertoVidal/set2019

sábado, 21 de marzo de 2020

ÓRGANOS

                                                                                                foto: LevAlberto


Conmigo la negra bendita de siempre
y ambos dos frente a frente, a la mesa, al mar.
Viento que me arenas la cara
verde claro, verde oscuro, azul Bolívar, cuna mar
olor a vida, sabor animal, 
a madre otoñal.
Esa pequeña ola marrón lavó tu última caricia
y me desató el hambre…
Y el muelle viejo a la espera del último botepaseandero
como yo de la última manzana vespertina
como la fauna marina del juicio final.
Y escucho al gato caminar
a las ninfas vecinas amar
a las tetas de la señora dar de lactar.
Benditos órganos, 
maldita manía de desear.

©LevAlberto/ene2015

lunes, 20 de enero de 2020

PATA DE PERRO



 foto: LevAlberto


La tarde tan linda y repentinamente saliste de sabe Dios dónde y corriste en pie de guerra hacia nosotros y la negra soltó mi mano y se escondió tras mi espalda de sartén a fuego vivo…  Frente a frente, te extendí la mano y me permitiste una caricia desconfiada.

Así seguimos el camino los tres juntos, con algo de disfuerzo de tu parte y cierta cautela mía; sin embargo, retozando ora en el mar ora en la arena, espantando pelícanos, dejando huellas, volteando para fotografiarlas antes que la ola las espume, sudando al sol sin importarnos mañanas, llenándonos los pulmones de vida, inquietudes y ocio, tal como debe vivirse cada día…

Y entonces la negra comenzó a digitar nuestra historia en su celular y la negra ya no era la negra sino la gorda y la gorda ya no era la gorda sino la flaca y la flaca ya no era la flaca sino la chata y la chata ya no era la chata sino la bonita…

Mientras, tú y yo seguíamos retozando ora en el mar ora en la arena, pateando olas y jugando a los viejos amigos, correteando cangrejos estúpidos y dribleando una pelota imaginaria hecha de musgo, plumas, viento y restos de comida…

Muerta la tarde, vivos los cansancios, otra caricia, otro lamido, calabaza calabaza cada uno a su casa, allá se fue la bonita con su chino que ya no era el chino sino el barbudo y el barbudo ya no era el barbudo sino el viejo y el viejo ya no era el viejo sino el gringo y acullá me fui yo, lengua afuera, meneando la cola peluda y mojada, sacudiéndome las pulgas y la baba.

(c)LevAlberto/14set2015

martes, 12 de noviembre de 2019

LA TORTUGUITA SIN NOMBRE

foto: LevAlberto

Chiquita, tronco, cola y patas morados, caparazón absurdamente redondo y colorinchudo, mezcla de puntillismo y expresionismo francés. A cualquier distancia parece una pelotita de fútbol. Hasta que le ves la cabeza: verde, como un cucharón rebosante de menestrón elevándose por sobre la olla. Es lo único que se mueve de ella. Un dispositivo muy sencillo permite que esta extremidad del único souvenir de mi visita a El Ñuro, una descansadísima playa norteña, se mueva hacia arriba, abajo, derecha o izquierda según sople el viento o soples tú o lo mueva un temblor, como hace cuatro días.

            
En el lugar, te cuentan que las tortugas marinas habitan esa zona hace mucho tiempo y que luego de la construcción del embarcadero y del desarrollo de los menesteres pesqueros, su curiosidad las empujó a acercarse a la playa, al punto de ser hoy su principal atractivo y eje del comercio turístico de la zona.

¡Vieran cómo los niños de toda edad se bañan junto a ellas!

Yo, que no tan en el fondo también soy un niño, me uní al grupo de bañistas. Confieso que fue muy incómodo. Tenía la sensación, cuando pasaban cerca de mí, de que me morderían los pies; por eso me bañaba en cuclillas. Y las pequeñas ondas que generaban a su paso ¿o debería decir nado? me producían unos escalofríos tremendos. Mi consuelo era pensar que habiendo tantos pies alborotados, no mordería justamente los míos. 
    
Diez minutos estoicos fueron mi prueba de valor. Salí del mar, caminé por el muelle en dirección a la orilla y me bañé ahora sí lejos de ellas, relajado. Me revolqué en la arena desde los pelos hasta las patas y me zambullí repetidas veces en ese mar de Dios, que de seguro, es una idea muy próxima de lo que me espera en el paraíso.

Quise ponerle nombre cuando le dije “éste es tu sitio”, al lado de la laptop. Diez meses después sigo pensando. Si fuera mi hija, porque asumo que mi tortuguita es hembra, ya habría decidido su nombre con anticipación y a la mierda los demás que vinieran a decirme ponle así, ponle asá… Pero es, sencillamente, otro de tantos recuerdos que tengo sobre mi escritorio, ya con cara de mostrador de mercachifle. Sin embargo, me mira, con resignación creo. Vive a la espera, moviendo la cabeza al compás de la bocanada que entra por la ventana. Es mi compañera de tipeo. Vemos telenovelas colombianas en YouTube. Se come las migajas que caen al escritorio cuando como pan. Y duerme tarde, como yo.

Cómo, pues, le vas a poner un nombre pescao del aire, mijo…

©LevAlbertoVidal/26nov2015

lunes, 13 de mayo de 2019

ETE QUELO

            
                                                                foto: LevAlberto

           
Desde que recuerdo, he acompañado a mamá al mercado a hacer las compras semanales para la casa. Cuando era niño, siempre buscaba las uvas y apuntando hacia ellas decía: ete quelo. Las otras frutas no me interesaban. Era una cuestión de tamaño. Me explico: para comer una manzana hay que abrir grande la boca y morder con fuerza para arrancarle un pedazo; eso suena como un bloque de hielo desprendiéndose de una montaña. Luego, un ejercicio de trituración que te lleva a hacer unas muecas espantosas. Para comerte una uva, sólo abres un poquito la boca, masticas discretamente y ¡listo!

Con el tiempo, fui desarrollando una pasión por esta fruta y por su derivado, el vino, que hoy utilizo como arma mortífera cuando de seducir se trata. Arma que se vuelve contra mí cuando encuentro una mujer que sabe de vinos. Más que pasar a emborracharla lenta y dulcemente, la enamoro mientras intercambiamos información sobre las cepas, los barriles, los aromas, los lugares de fabricación, etc. La verdadera fermentación alcohólica no ocurre en mi cerebro, sino en mi corazón.

Es muy común que en el primer encuentro entre un hombre y una mujer que se gustan haya una botella de vino de por medio. Éste no fue la excepción. Siempre que ensayábamos con la banda nos veíamos y nos comíamos de deseo. Mi tipo: blanca, ojazos negros, cabello negro enrulado, labios naturalmente rojos, un pelín más alta que yo, gruesita me gusta la carne, no chupar hueso. Mientras ella cantaba, yo, desde la batería, me imaginaba cabalgando esa potranca salvaje porque sabía que lo era mientras agitaba en círculos una camisa a cuadros.

Sonrisitas durante las canciones, miradas bien encendidas entre ellas; le enviaba un pico cuando nadie me veía; ella me respondía con una bailadita recoqueta en la siguiente canción.

Una noche, después del ensayo, la invité a tomar un vino. Ven a mi casa el viernes a las nueve, me citó. Fui. Salud, por nosotros, por nuestra banda, por tocar en vivo cuanto antes, por grabar un disco cuanto antes, por ser ricos y famosos, por besarte cuanto antes… Sucedió. Me llevó de la mano a su cama. Sobre la mesita de noche, un plato de uvas verdes, grandes, húmedas aún.

¿Y eso?, pregunté.
Me ganaste. Quería comerlas antes de que llegaras. ¿Te provoca?
Si me las pelas, respondí.
Se echó a reír… Luego se echó sobre la cama y se puso un par sobre la barriga.
‒Escoge…
Ete quelo.
            
Y toqué su ombligo con la punta de la lengua.

©Lev Alberto Vidal/24ene2016

jueves, 14 de marzo de 2019

ME GUSTAS ASÍ…

     Me gustas así, media no sé qué, media perturbada, mirándome de reojo las canas, cuántas veces abro el cajón del escritorio; acercándote para preguntarme cualquier cosa y obligándome a retirar los libros abiertos frente a mí…

     Me gustas así, con ese rostro fuerte de ingeniero calculista, y esa sonrisa que un día, asoma solapadamente; otro, se harta de hacerme ceremonias y festejos si acaso estornudo, si sonrío, si levanto el brazo, si te miro, si paso a tu lado, si llegas tarde…

     Me gustas así, haciendo copy-paste sentada con las piernas cruzadas exponiendo sus grosores, tu pendiente de perla en la oreja izquierda y tu cabello de tapada limeña emergente muy bien laceado del otro lado…

     Me gustas así, con tu mirada incitadora los lunes y melancólica los jueves, y tus posts coquetos en el grupo de Facebook y los likes cómplices de tus amigas, con tu inglés interfiriendo en tu portugués y riéndote con ellas de mi risa y avergonzándote hasta ventilarte con la mano y pedirme que abra las ventanas… 

     Me gustas así, fingiendo necesitar un lapicero o pidiendo permiso para ir al baño, contándoles a tus amigas de tu fin de semana aún con la pulsera all inclusive en la muñeca muy apesar de tu atuendo de empleada ministerial con tacones nueve que nunca suelta el celular…

     Me gustas así, callada, escondida tras tus doscientos y tantos pares de lentes de secretaria fashion, de chiquilla pink, de garota punk; digitando mensajes de texto mientras me miras, de reojo, para que no te lo reproche, o para forzarme a dirigirte la palabra y que sonrías nuevamente aunque media perturbada, media no sé qué, pero provocadora, desencadenada, oscilando tu pedicure francesa…

    Me gustas así, cuando entras y saludas, cuando te despides y te vas, porque en realidad no te vas, te quedas en cada canción que sirvió de motivación para abrir la clase, en cada café que descansa mis tardes, en cada regreso apesadumbrado y sordo a casa, en cada sueño que de mañana olvido y en cada semestre que ya no estás. 

©LevAlbertoVidal/01set2015

jueves, 28 de febrero de 2019

TERRENO BALDÍO


foto: LevAlberto


Cuando estás al lado mío,
inquieto, mi corazón jipío,
suda frío, se calienta,
se para, se sienta, gañe, llora, sonríe.

Cuando besas mi desvarío

ansioso, mi corazón tapatío

se estruja, se agasaja,

se colma y me empuja a que te porfíe.


Cuando me abrazas con ese brío

inerme, mi corazón estío

pierde la hora, se aloca,

aclama y por fin ríe. 


Espero que esta vez,
cabello de caracoles,
sientas frescos estos verdores
y tu camino no se desvíe
de esta pasión que me alienta
y me niega como terreno baldío.

©LevAlbertoVidal/oct2010

jueves, 14 de febrero de 2019

EN SU CUARTO

                                                                      foto: LevAlberto


Entramos a su cuarto.
     
Huele a él, desde que abres la puerta. Enorme, comparado con la ratonera que es el mío, donde apenas caben una cama de plaza y media y cinco vestidos en el armario. Éste guarda tantas cosas como recuerdos caben en la memoria, como eventos puedas evocar.
     
Una cama de dos plazas, sin cabecera. El cubrecama del mismo gris de la pared del fondo y un par de cojines rojo y negro. Me gustó ese detalle. Una estantería en la pared con metros de cds y un equipo de sonido de esos antiguos, con cd player, parlantes y otros aparatos que no sé bien qué son. Algunas pelis por ahí, todas piratas -que reconocí por las bolsitas transparentes- y una tele de catorce pulgadas -¡catorce pulgadas!- sobre un rack. Está estratégicamente colocada al centro de la pared para verla desde cualquier rincón del cuarto, me dice. Con binoculares, claro, apunto. Sonreímos.
     
Libros al lado opuesto de la cama: economía, cuentos, poesía, política; en diferentes idiomas y tamaños, viejos y nuevos. Un lindo escritorio de aluminio y vidrio y sobre él útiles por montones; papeles a medio escribir a lápiz, un reloj pulsera, monedas, un sinfín de cosas. Al lado, un estante que alberga más libros, fólderes, revistas y otras chucherías. Toda una Cachina.
     
No hay cuadros en las paredes. Sólo una gran ventana, que le pido cerrar -para sentirme más cómoda-. Prende el equipo, pone música suave, me parece que de su época -para relajar el ambiente, supongo-. Me pregunta si quiero agua, un trago, un dulce, algo. ¿Un dulce? Sonrío levemente. Al instante, conteniendo la respiración y achinando un poquito los ojos, como extrañada, muevo negativa y casi imperceptiblemente la cabeza. Deja las llaves del auto y su billetera sobre el escritorio. Aprovecho para hacer un tres sesenta rápidamente. Voy confirmando algunas cosas que me había contado y entendiéndolo un poco más. Me mira, me invita a sentarme con un gesto gentil y tímido de su brazo. Nos sentamos en la cama. Hace rato que nos miramos y nos acariciamos las manos. ¿Estás bien?, pregunta. Normal, sí, respondo. Hace rato que temblamos. Anda, ¡bésame ya!

©LevAlbertoVidal/2016

martes, 29 de enero de 2019

FERIADO


foto: LevAlberto


Hoy que es feriado
mi vecina no ha salido a las siete aeme a comprar el pan
ni yo me he levantado a correr;
el vigilante de la cuadra está con sus hijos en casa
y el mediodía ha sorprendido a los pájaros aún acunados.
Hoy que es feriado
se ha estirado el almuerzo y sin prisas la familia ha tertuliado;
las noticias no han reportado atentados ni secuestros,
el mar se ha declarado en huelga de olas
y hasta las rebeliones se han postergado.
Hoy que es feriado
Lima es un museo cerrado
y yo he pasado el día en pijama,
amado.
Para desear que todos los días sean feriado
sólo faltaría que el sol salga a calentar las macetas en el patio.

©

LevAlbertoVidal/30ago2016